domingo, 21 de septiembre de 2008

Mi primera acampada




Yo tenía 12 años y mi ilusión, (como la de cualquier niño de esa edad) era pasar veinte días de acampada en el campamento de Isla Cristina.
En mi casa nunca se ando bien de dinero, por lo que la ilusión de esas vacaciones, año tras años siempre se quedaban en eso, ilusión. Pero ese año mi padre me dio la sorpresa, no se como lo hizo, pero hablo con Francisco Adrián, y al campamento que fui.
Salimos una mañana de agosto, muy temprano, en la DKV con motor de dos tiempos, que también servia de ambulancia, nos llevaron a la estación de la Nava, para coger el tren hacia Huelva. Que pasada, todos los amigos en el tren, nos lo pasamos estupendamente, una vez en la capital nos llevaron a un edificio enorme y antiguo, que era la sede de la Falange, allí nos dieron el uniforme, camisa caqui con hombreras azules, una boina con una insignia, con las letras VALE QUIEN SIRVE, y la figura de un león rampante, un cinturón con una hebilla chulisima era una pasada, (hasta podías abrir latas con ella), los zapatos y medias blancas.
Que ilusión…Ya era un niño de la OJE, no me lo podía creer, ya no había marcha atrás, ya tenia mi uniforme, mi plato de aluminio y mi cubierto, que se componía de una cuchara un cuchillo y un tenedor, todo enganchado con un cierre.
Al medio día, nos llevaron a comer a la Esquinita te espero, en aquellos tiempos era un sitio muy popular, y hacían unos chocos fritos buenísimos, para mi que era la primera vez que comía en un restaurante, fue una experiencia muy bonita. Ya por la tarde salimos en tren hacia Isla Cristina, otra vez todos los amigos cantando hasta que nos mandaban callar. Es curioso recuerdo todo lo que paso en ese viaje y en la estancia en el campamento, pero lo que no recuerdo es a los otros niños que venían conmigo, creo que uno de ellos era mi amigo Francisco Belata, si alguno de ellos recuerda este campamento, me gustaría que compartiera con todos nosotros este recuerdo tan bonito de nuestra niñez.

….Llegamos a la estación de Isla Cristina, nos estaban esperando, no recuerdo quien era aquel señor, (creo que era un cura), nos metió a los que cabíamos en una especie de huevo con ruedas, mas tarde supe que era la famosa Isetta de Iso, una marca italiana. Que invento… movió la maneta y se abrió por la parte delantera y el volante siguió a la puerta y se aparto, seguro que dio más de un viaje desde la estación al campamento, solo recuerdo que íbamos muy apretados.
Que bonito el campamento, con aquella entrada con un portal muy grande, su comedor en medio del pinar con las mesas y los bancos de madera, el suelo de arena, el caminito echo de madera que te llevaba dunas arriba a las letrinas, a las cocinas, a las duchas y a los grifos donde lavábamos los platos de aluminio. Lo primero que hicimos fue montar la tienda, como pudimos pusimos los tres palos y tiramos encima la lona, con cuidado de no romperla más de lo que ya estaba. Clavamos las piquetas de madera, tiramos los vientos, bajamos los faldones y le pusimos arena para que no se levantara, que chula la tienda de campaña, con su ventanita en la parte de atrás, su piso de rejilla de madera y su colchoneta de paja. Nos acomodaron de cinco en cinco, creo que eso era una escuadra.
Esa noche, el jefe que era un señor muy serio, con camisa azul y una boina roja, nos reunió en un fuego de campamento, nos hablo de nuestras obligaciones durante esos veinte días. Levantarse al toque de diana, ser ordenado, obedecer a nuestros superiores, dejar la tienda cada día en perfecto orden de revista, con la colchoneta recogida y la manta encima, etc., etc., etc. Estaba prohibido salir del perímetro del campamento, salir fuera de la tienda después del toque de silencio, y por supuesto no escribir nuestro nombre en la tienda, fue lo primero que hicimos, cuando lo descubrieron nos castigaron a limpiar las letrinas. Cada mañana, nos formaban en la puerta de la tienda y el jefe entraba y miraba que todo estuviera en orden, nos enseñaban a hacer la instrucción y a desfilar. Años después, cuando hice la mili recordé el campamento y puedo asegurar que aquello era como la mili, lo que pasa es que había más juegos que instrucción y por eso era llevadero.
A los pocos días de estar en el Campamento, llegaron las fiestas del Carmen y había fiesta en el pueblo, nos formaron a todos y nos fuimos caminando hasta Isla Cristina, que tarde tan buena pasamos, había coches de choques, podías alquilar bicicletas, en fin había de todo lo mejor para que unos niños de 12 años se lo pasaran bien. Ese tarde conocí a una niña de Huelva que pasaba sus vacaciones con la familia en el pueblo, se llamaba Loli y era guapísima, paseamos juntos, montamos en bici y lo pasamos de miedo. Que pena cuando llego la hora de despedirnos, ella me prometió que me vendría a ver al campamento, yo creí que no lo haría, pero si. Una tarde uno de mis amigos me aviso…Vaello, corre, corre que ha venido Loli a verte, esta esperándote escondida en el pinar. Que alegría, que atrevimiento venir hasta el campamento solo para verme a mi, allí estaba con una amiga suya sentada debajo de un pino, hablamos un buen rato pero se tuvo que marchar pronto. Nos vimos otra vez que fuimos al pueblo todos los niños del campamento, ya no la vi mas hasta unos años mas tarde en Huelva, la fui a esperar a su colegio pero cuando salio, un chico la esperaba y se fueron caminando cogidos de la mano, yo me fui muy disimuladamente y en ese preciso instante termino la historia de lo que seria mi primer amor.
Los veinte días pasaron, y me pase un campamento maravilloso, mis compañeros de tienda me gastaron alguna que otra broma, pero los días de playa y de juegos en los pinares y en las dunas, lo hacían olvidar todo. Espero no haber resultado demasiado pesado, si es así os pido disculpas, besos.
Antonio Vaello

6 comentarios:

  1. No Antonio, no eres pesado es un encanto el recordar nuestras vivencias y poder contarlas.
    Un saludo de Faustino

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  2. Que buenos recuerdos tienes Antonio,pocos niños de tu edad pudieron disfrutar de esas cosas,la verdad que en aquellos años no todos los padres podian permitirse mandar a los hijos a un campamento,que buena sorpresa te dio tu padre, mi marido dice que por aquella fecha lo llevo el padre cerca de los bailones,y asta los dos años no volvió al pueblo, y por que lo tuvo que traer la madre al medico Don Urbano,la vida de otras veces,me ha gustado tu historia un beso Isabel

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  3. Me ha encantado lo del huevo con ruedas, yo no lo habia visto nuca.
    Tampoco sabia lo de tu primer amor...

    Me ha gustado esta historia, sigue deleitandonos Antonio.
    Un beso.

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  4. Un flecha en el campamento en la cama se meo,tan grande fue la meada que hasta el colchón naufrago.
    un abrazo Antonio

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  5. Antonio es muy divertido lo del campamento y la manera en que lo cuentas, a mi me ha gustado mucho. Yo nunca fuí de campamentos pero me hubiese encantado tener una experiéncia parecida a la tuya.
    Besitos.
    Carmen

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  6. Que suerte tuviste, Antonio; para mí el campamento de Isla Cristina quedó en asignatura pendiente. Con qué ganas me quedé de ir y con qué sana envidia veía como otros marchaban, esperando al año que viene, como me decía mi padre, pero ese año nunca llegó.
    Codial saludo.Jesús

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