sábado, 21 de febrero de 2009

Don Eladio


A la primera escuela que yo fui, cuando era pequeñito, fue a la de Mariquita, estaba en la calle Colon frente a la Casa Grande. Allí me empecé a relacionar con otros niños, por primera vez. Y empecé la primaria en la de Don Eladio, de esta última ya pasamos al colegio mixto Rufino Blanco y don Eladio, pasó a ser el director del centro. Maestros tuve mas de uno, recuerdo a D. Valentín Reviriego García, a D. Rubén, tuve más, pero no recuerdo ahora ningún nombre.
Ni que decir tiene que don Eladio a sido uno de los mejores maestros que han tenido los niños de Encinasola y que sabia enseñar mejor que nadie (también sabia pegar con la regla de madera en la palma de la mano), lo que yo quiero es ver si os puedo narrar como era un día de clase en esta escuela. Llegabas por la mañana a los grupos, te ponías a jugar un rato con los amigos, los niños con los niños y las niñas separadas, cuando era la hora de entrar, don Eladio tocaba un silbato, o una campanilla, no lo recuerdo bien, y todos los niños nos empujábamos para ser los primeros en entrar, el ultimo siempre recibía un azote (cariñoso) en el culo con una varita de adelfa, pasábamos por la escuela de las niñas que estaban todas sentadas muy formalitas y su maestra, Doña Amparo, que era la esposa de don Eladio, siempre estaba de pie al lado de la puerta, esperando para cerrarla, esa puerta separaba las clases de niños y niñas. A este hombre le encantaba la música, por lo que no era raro que de vez en cuando, nos quisiera enseñar alguna canción para cantarla todos juntos, como si de un coro se tratara, cosa imposible, pues creo que de los niños que allí estábamos, no había ni uno solo que pudiera cantar cualquier cosa sin desafinar. Recuerdo, que durante todo el tiempo que duro, mi estancia en el colegio, no paso un solo día que no cantáramos el cara al sol, ni un solo viernes que no rezáramos el rosario.
En la clase, Don Eladio, a los niños mas listos, siempre los ponía en primera fila por lo que es fácil deducir, donde estaba yo sentado…en la ultima fila de pupitres, debajo de unas librerías de madera muy sencillas, donde estaban colocados algunos libros. Libros, que por otra parte solo podían mirar los niños que se preparaban para empezar alguna carrera, en algún colegio, bien en Aracena, o en Fuente de Cantos, También se sentaban en las primeras mesas, todo el que se portaba mal, de esta manera siempre los tenía controlados. A mi concretamente, en alguna ocasión, también me sentó en la primera fila, me llamaba con un movimiento del dedo índice, y diciendo….vente, vente…Ventepán, y claro quien se podía negar, si se lo pedían así.
Cuando un niño era muy cansino o estaba nervioso, lo ponía de pie en la ventana y le decía,” avísame cuando pase un gato verde por el tejado de enfrente” el niño se tiraba toda la mañana en la ventana sin molestar. Un día, no se porque motivo me pelee con un compañero de clase, creo que fue por un sacho de esos que empleábamos para cavar en el jardín, me parece que el otro niño era mi buen amigo Manuel Agudo “Tallón”. El era mucho mas alto que yo, y mas fuerte, pero no se como me las ingenie que lo tire al suelo, me senté encima de el y con una piedra le jarree en toa la cabeza, le hice una pitera y empezó a sangrar, D. Eladio me cogió del brazo, y me llevo a la clase de las niñas y con un dedo me levanto la nariz hacia arriba, en un gesto que a el le gustaba mucho hacer con los niños que se portaban mal, me mostró delante de todas las niñas con la nariz levantada, todas las niñas se rieron de mi, tarde mucho tiempo en olvidar aquella, digamos “humillación”
Doña Amparo entraba en nuestra clase, unas cuantas veces al día, y cada vez que entraba repetía la misma operación; se acercaba a su marido, se decían algo bajito, ella siempre hacia como que le quitaba un pelo o pelusa del hombro, y terminaba sacudiendo con su mano la espalda, como para quitarle el polvo. Esta especie de rito, lo repetía unas cuantas veces al día, cada vez que entraba en nuestra clase. Otra de las cosas que hacíamos, a primera hora de la mañana en invierno, era ir a casa de don Eladio a buscar el brasero, los dos niños que iban eran elegidos por sorteo, pensaba un número, y los que lo adivinaban, esos iban a su casa a por el braserito, todos deseábamos que nos tocara para salir a la calle en horas de clase.
Lo mas divertido de todo era hacer la leche para repartirla entre los niños, casi siempre eran los mismos los que la hacían, se llenaba una olla enorme de agua, se le añadía leche en polvo de un saco, y tenias que remover con una especie de espátula de madera, era muy difícil de disolver aquellos grumos, por lo que cuando te la bebías también masticabas aquellos cuajarones, cada tarde lo mismo, salíamos de la clase uno tras otro, pasando por la clase de las niñas, para llegar a la cocina, cogiamos nuestros vasos que estaban metidos en bolsas de tela blanca, que nos hacían nuestras madres, con un numero bordado, y colgados en la pared de la cocina, en unas maderas con ganchos numerados, pasábamos en fila delante de la olla, y con un cazo nos servían lo que decían que era leche, para terminar saliendo por una pequeña puerta lateral, hasta un caminito del jardín. Hubo una temporada, en la que nos daban una porción, de un queso que estaba buenísimo, lo recuerdo perfectamente, creo que era un queso que nos mandaban los americanos, a cambio quien sabe de que.
De esta escuela tengo unos recuerdos inolvidables, el edificio me gustaba mucho, me divertía subir al piso de arriba, por aquellas escaleras que estaban entrando a la derecha, allí en el piso, se guardaban los trabajos de los niños, para entregarlos al final de curso, los mapas para dar geografía, los sachos para cavar el jardín, todo lo que te puedas imaginar se encontraba allí arriba, es una lastima que todo se perdiera, incluido el jardín que tanto trabajo nos dio a todos los niños que fueron pasando por la escuela, y del que don Eladio, se sentía tan orgulloso. Pero asi es la vida, los años pasan para todos y lo pasado, pasado esta, pero siempre es grato recordar estas pequeñas anécdotas, que seguro todos tenemos.
Un abrazo para todos los que en aquellos tiempos, eran niños y niñas, y que pasaron esos años tan maravillosos de sus vidas, en esas dos clases adosadas, muchos de ellos siguieron los estudios y son, si no están jubilados, maestros de escuela, administrativos, médicos, muchos ingresaron en la Guardia Civil, otros en el ejército. Y yo que no quise estudiar, seguí con la tradición de la familia y me hice electricista, oficio que me ha dado muchas satisfacciones, a lo largo de mi vida. Pero hicieran lo que hicieran, en su vida profesional, no me cabe duda, que todos son muy buena gente, en su vida diaria, no se de ninguno de mis compañeros y amigos de escuela, que haya seguido un camino equivocado en su vida. Lo que viene a corroborar, lo que digo al principio de este escrito, que don Eladio fue un maestro extraordinario.

Antonio Vaello

4 comentarios:

  1. Querido amigo: No se porque me imaginaba que tu te habías salvado de la famosa leche en polvo y quesitos, que a mi particularmente me sentaban como un tiro, aun conservo su sabor, yo no tube a D. Eladio de maestro, pero no dudo de que todos los de aquella época supieron dar ejemplo y podíamos ser mas burro o menos burro pero en educacion aprobamos todos

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  2. Cuando he leido este relato, que parece un cuento, pero que lo he vivido,no sabes la ale gria que he sentido,porque la verdad es que nos lo pasabamos bien,gracias.
    Un saludo.

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  3. Antonio.Tu como siempre, haciendonos recordar con tus relatos,aquellos tiempos tan buenos,tienes una buena memoria,yo tengo una memoria pesima,asi que me hace mucha ilusion revivir,gracias a ti, todo aquello.Un abrazo
    loly

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  4. Antonio: Estupendo relato. Aunque creo que has olvidado decir lo de los cubos de agua. Posiblemente yo fui uno más de la primera apromoción de alumnos que llegamos a la escuela que mencionas, iniciando la plantación de aquel que llegaría a ser un hermoso jardin y del que no queda más que las palmeras. Al salir de clase, antes de marcharnos, ibamos con un cubo hasta la laguna que estaba próxima(frente a la puesta principal), volviendo con la vasija llena para regar las plantas.
    ¡Qué bueno estaba el queso! Tal vez sería el hambre.
    Lindos recuerdos
    Un saludo

    J.M. Santos

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