Vivíamos la década de los 50. Por aquellos años, aunque no ajenos a los muchos problemas cotidianos de los mayores, principalmente económicos, la vida de los niños trascurría de forma casi normal. Yo guardo recuerdos de pequeños acontecimientos que, aunque insignificantes, no los he olvidado nunca.
Suena todavía en mis oídos el son acompasado e inconfundible de los campanillos de aquellas inmensas manadas de ovejas cruzando el pueblo por las calles Molinitos y Berraca, mientras se trasladaban de un lugar a otro buscando mejores pastos. A su lado y siempre atentos, aquellos mastines que impresionaban por su tamaño y por los collares de púas aceradas que abrazaban sus cuellos y que les protegían de sus frecuentes encuentros con los lobos en defensa de sus ovejas. Tras el rebaño, las mulas del “amo”. Una cargaba con la pequeña casita de madera que, situada junto al redil, servia por las noches de dormitorio al pastor. Otra, en sus lomos llevaba el escaso ajuar de éste, compuesto por no más de tres pucheros, varias latas amañadas, un par de sartenes y cuatro trapillos raídos. A veces completaban la carga varias gallinas enjauladas y un gato.
Los chiquillos seguíamos la comitiva, hasta que por el callejón de La Zanja, se perdía de vista tras el Cerro de la Olla, dejando atrás una inmensa estela de polvo.
Nunca he olvidado tampoco la primera vez que vi aquel destartalado artilugio llamado tren que, rengueante, hacia la ruta Huelva-Zafra. Fue en las inmediaciones de la Estación de La Nava cuando en burro, acompañaba a mi abuelo mientas nos dirigíamos a ese pueblo con intención de volver con una carga de peros. (manzanas). (La impresión que sentí en aquellos momentos bien merece un relato aparte).
¡Cuánto llovía por aquellos años…! Era tan abundante la lluvia durante el invierno que, en Primavera, el caudal de nuestra rivera era considerable. Al contrario que hoy, el agua bajaba limpia y transparente. Había tal abundancia de peces, que varias familias de Encinasola vivían casi exclusivamente de la pesca. Recuerdo a un vecino llamado Navas de apellido, que tenia su domicilio en la calle Berraca, exactamente frente a lo que hoy es la Biblioteca Pública. Este hombre salía cada mañana, volviendo por la tarde con su burro cargado de peces. Seguidamente, su esposa Maria Dolores los vendía por un precio módico entre sus vecinas, clientas ya fijas.
Cual no sería la sorpresa de este pescador cuando un día que faenaba en la Charca de Flores, encontró atrapada entre sus redes una hermosa nutria de piel oscura. Al llegar esa tarde al pueblo con el animal, de inmediato se extendió la noticia, siendo muchísimas las personas que pasaron por su casa. Todo un espectáculo novedoso, principalmente para los niños que, asombrados, no dábamos crédito a lo que veíamos.
J. M. Santos
(Para nostálgicos)
Suena todavía en mis oídos el son acompasado e inconfundible de los campanillos de aquellas inmensas manadas de ovejas cruzando el pueblo por las calles Molinitos y Berraca, mientras se trasladaban de un lugar a otro buscando mejores pastos. A su lado y siempre atentos, aquellos mastines que impresionaban por su tamaño y por los collares de púas aceradas que abrazaban sus cuellos y que les protegían de sus frecuentes encuentros con los lobos en defensa de sus ovejas. Tras el rebaño, las mulas del “amo”. Una cargaba con la pequeña casita de madera que, situada junto al redil, servia por las noches de dormitorio al pastor. Otra, en sus lomos llevaba el escaso ajuar de éste, compuesto por no más de tres pucheros, varias latas amañadas, un par de sartenes y cuatro trapillos raídos. A veces completaban la carga varias gallinas enjauladas y un gato.
Los chiquillos seguíamos la comitiva, hasta que por el callejón de La Zanja, se perdía de vista tras el Cerro de la Olla, dejando atrás una inmensa estela de polvo.
Nunca he olvidado tampoco la primera vez que vi aquel destartalado artilugio llamado tren que, rengueante, hacia la ruta Huelva-Zafra. Fue en las inmediaciones de la Estación de La Nava cuando en burro, acompañaba a mi abuelo mientas nos dirigíamos a ese pueblo con intención de volver con una carga de peros. (manzanas). (La impresión que sentí en aquellos momentos bien merece un relato aparte).
¡Cuánto llovía por aquellos años…! Era tan abundante la lluvia durante el invierno que, en Primavera, el caudal de nuestra rivera era considerable. Al contrario que hoy, el agua bajaba limpia y transparente. Había tal abundancia de peces, que varias familias de Encinasola vivían casi exclusivamente de la pesca. Recuerdo a un vecino llamado Navas de apellido, que tenia su domicilio en la calle Berraca, exactamente frente a lo que hoy es la Biblioteca Pública. Este hombre salía cada mañana, volviendo por la tarde con su burro cargado de peces. Seguidamente, su esposa Maria Dolores los vendía por un precio módico entre sus vecinas, clientas ya fijas.
Cual no sería la sorpresa de este pescador cuando un día que faenaba en la Charca de Flores, encontró atrapada entre sus redes una hermosa nutria de piel oscura. Al llegar esa tarde al pueblo con el animal, de inmediato se extendió la noticia, siendo muchísimas las personas que pasaron por su casa. Todo un espectáculo novedoso, principalmente para los niños que, asombrados, no dábamos crédito a lo que veíamos.
J. M. Santos
(Para nostálgicos)
Fantastico relato a lo que nos tiene acostumbrado, tardio pero cierto,te he tenido que tocar las fibras sensibles de la nostalgia, para que hicieras algo para mi
ResponderEliminarJ.M.muy bonitos tus recuerdos para nostaljicos,como todo lo que tu escribes saludos,Isabel.
ResponderEliminarPrecioso relato el de la nutria, no dejes de escribir en nostalgicos, aunque yo sigo sin poder entrar en la página.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu história.
ResponderEliminarYa conocía tus escritos a través de tu blog.
Felicidades.
Carmen
Tus escritos tienen personalidad, acabo observarlo, antes de leer que era tuyo ya lo sabia.
ResponderEliminarComo siempre muy bonito, contenido y estilo.
Pilar
Enrique, Isabel, Ana, Carmen y Pilar.
ResponderEliminarGracias a todas, por vuestros lindos comentarios.
Muy bonito lo que nos recuerdas, yo también fuí a ver la nutria, saludos Jose
ResponderEliminarNo solo en la charca Flores había nutrias en el término municipal del pueblo.Yo tuve la ocasión de ver una en El Cavá, a la altura de Los Barreros y la finca de Custodio "El Marqués"; estaba en una pequeña charca rodeada de adelfas.Por aquella época la fauna era todavía diversa y abundante.Había muy pocos depredadores de dos patas.La anécdota es muy curiosa y simpática.Saludos.Picorotero.
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