Cuando el Sol sobre poniente hacía guiños entre las últimas nubes porque se marchaba a descansar, el viento se levantaba, con su invisible fuerza y con ganas de correr empujaba a las ramas y hojas de los eucaliptos de la carretera, al pasar entre los finos espacios abiertos que dejaban libres sus hojas para no estorbar a tan veloz corredor, estas sin querer, al hacerlas temblar como la lengüeta de una trompeta, el aire puesto en movimiento que las cruzaba, hacía un ruido y un silbar que tenía a los vecinos toda la noche intranquilos,sin poder conciliar el sueño, como el viento era muy largo, tardaba mucho tiempo en pasar y se llevaba toda la noche con la música de su sonoro silvato. Los vecinos antes de irse a la cama acostumbraban asomarse a la puerta para ver si podían intuir el tiempo que al día siguiente tendrían para hacer las faenas del campo, pero con la noche tan desagradable y la luz que en cuanto caían dos gotas se apagaba,solo podían comentar que la noche estaba mas oscura que la boca de un lobo.
Los jóvenes que venían de recogida de p árriba, quizás de casa de la novia, o de hechar la partida de la cuatrola en algún bar de la Plaza,apretaban el paso para entrar pronto en casa, empezaba otra vez a llover, al despedirse del compañero de juego, también comentaban la noche de caldo que se presentaba, Asi al día siguiente esperaban y deseaban que estuviera el día de migas,un saludo.
José Delgado (Huelva).
José : Me viene a la mente al leer tu relato, el recuerdo de una sencilla historia de nuestro pueblo basada en "la noche mas oscura".
ResponderEliminarAlgún dia la contaré.
Un abrazo.
J.M. Santos
José, me ha gustado mucho tu relato casi me has hecho ver la oscuridad de la noche.
ResponderEliminary qué ricas estan las migas que hacéis en vuestra tierra.
Saludos.
Carmen